El 26 de noviembre de 1936 Roberto Barceló Lira fue fusilado en la Penitenciaría de Santiago, luego de ser hallado culpable de la muerte de su esposa, Rebeca Larraín Echeverría. Ese mismo día el presidente Arturo Alessandri Palma le había negado el indulto, respaldando así la investigación impulsada por la Corte Suprema, que incluía un abultado prontuario de autopsia y varios peritajes balísticos.
El crimen ocurrió el 30 de junio de 1933 en la casa del matrimonio ubicada en lo que entonces era el nuevo y acomodado barrio de Providencia. Marido y mujer pertenecían a la clase alta de Santiago: él, un conocido arquitecto, hijo de un exministro de Estado; ella, una de las cuatro hijas de Inés Echeverría, escritora feminista conocida con el seudónimo de "Iris". Por lo mismo, el caso conmocionó a la sociedad de la época al visibilizar las acciones políticas y judiciales que desplegaban dos poderosas familias para conseguir sus objetivos. Por un lado, la madre de la fallecida, apoyada tanto por su hermano y sus otros dos yernos como por connotados intelectuales y políticos de postura modernizadora -Eliodoro Yáñez y Jorge Alessandri, entre otros-, presionaba para que se condenara y castigara al acusado. Por el otro, la familia Barceló en pleno, respaldada a su vez por connotados legistas, jueces, políticos y sacerdotes, en su mayoría de pensamiento conservador y tradicional, abogaba por dispensarlo de lo que -en su opinión- no había sido más que un desgraciado accidente doméstico.
El caso dio origen a artículos de prensa, folletos y libros que divulgaban partes del juicio e incluso inspiró un ensayo autobiográfico de Iris titulado Por él, en el que acusaba públicamente a su yerno de la muerte de su hija. Pero también instaló otros dos temas en el debate público: el primero, cuán justa era, en la práctica, la relación entre los valores morales pregonados por las leyes y la clase social de los imputados; el segundo, la disputa entre las ideas tradicionales y los conocimientos científicos acerca de las reacciones sensibles y los comportamientos esperados en un homicida -particularmente en un marido causante de su propia viudez-.
Hacia el fin de la "justicia doble" en los casos de uxoricidio
Junto con los peritajes, en la investigación judicial fueron igualmente importantes los testimonios de María Toro, Orfelina Villagra y Clara Hidalgo, las sirvientas del matrimonio Barceló-Larraín. Sus palabras, nombres y circunstancias resuenan en los de otras mujeres que sufrieron violencia e incluso perecieron en manos de sus parejas en esos mismos años; aunque sus historias no consiguieron justicia como la de Rebeca, sus cuerpos e iniciativas para pedir ayuda pueden rastrearse en los archivos históricos del Servicio Médico Legal.
Siguiendo los argumentos de uno de los abogados querellantes, el fusilamiento de Roberto Barceló permitió demostrar que en Chile podía terminarse con una "justicia doble", indulgente hasta aquel entonces con los homicidas de clase alta y rígida e implacable con los de clase baja. Como hoy se sabe, sin embargo, el hito que marcó esa decisión de fines de 1936 no fue suficiente para concebir la figura criminal del femicidio en la sociedad chilena, que surgió recién en 2010 y solo como derivación de la ley de violencia intrafamiliar.
La desgarradora historia de Rebeca y Roberto muestra cabalmente que jamás debe permitirse la violencia en la pareja -algo que solo se logra conquistando el derecho a la igualdad de las esposas frente a sus maridos cualquiera sea su clase social-. El episodio instala además la convicción de que cualquier integrante de la sociedad -independiente de su edad, estado civil, existencia o inexistencia de hijos o de respaldo familiar y orientación sexual- debe ser defendido por el Estado frente a la violencia que pudiera inferirle su pareja.
Descarga el artículo completo "Castigo para el marido que mata a la esposa o cómo el Servicio Médico Legal, la justicia y la Presidencia de la República cambiaron la tradición. El caso Larraín-Barceló (Santiago, 1933-1936)", por María Eugenia Albornoz.